espacio interno
Cuanto más escribo sobre los procesos físicos más me cuesta separarlos de los anímicos o los sociales.
Por esto, cuando escribo sobre tejidos acabo hablando sobre emociones o situaciones, y a la inversa.
Casi sin darme cuenta, la palabra cuerpo ha dejado de estar exclusivamente vinculada a la carne. Ahora, cuando digo cuerpo, me refiero al entramado entre lo físico, lo emocional y lo circunstancial.
Y cuando digo espacio interno me refiero a algo muy físico, y algo muy emocional, y algo estrechamente ligado a lo social.
Empezaré hablando de tejidos, lo demás se irá dando.
¿Cómo está el cuerpo cuando sentimos que nos falta espacio interno?
Cuando hay sensación de falta de espacio es que hay algo blando, que no tiene fuerza para ocupar todo el lugar que necesita, aprisionado por algo rígido que no puede ofrecer lugar a quien lo necesita.
Ser blandos por dentro no suele asustarnos demasiado, ya nos encargamos de construir la coraza que nos protege. Pero ese interior blando con ese exterior rígido no suele dar sensación de espacio. Lo blando se queda aplastado y lo rígido se siente apretado.
Y no podemos hacer simplemente un cambio de roles.
En realidad lo que se ha instalado en el cuerpo cuando hay sensación de falta de espacio es una incapacidad de cambiar la organización corporal.
Cuando conseguimos flexibilizar lo externo, sin que pierda su estructura, y dar tono a lo interno, sin que pierda su suavidad, creamos la posibilidad de reorganizarnos, empezamos a sentir amplitud. Amplitud en el movimiento, en la respiración, en la voz, en el ritmo. A esta amplitud le llamamos espacio interno.
Gestos intuitivos para crear espacio
Si falta espacio en el centro normalmente intentamos modificar lo que envuelve. Bien desde fuera, estirándolo. Por ejemplo sacando el pecho con la intención de que nuestros pulmones se sientan más holgados.
Bien desde dentro, haciendo que ese centro constreñido se ensanche y empuje su envoltorio. Como por ejemplo, inspirando fuerte para que nuestro tórax tome mayor amplitud.
Pero en realidad, para crear espacio interno no podemos solo estirar desde fuera. Ni solo ensancharnos por dentro.
Por muy fuerte que inspiremos, si hay rigidez en el tejido torácico no conseguiremos expansión. Y por mucho que saquemos pecho, si los pulmones no pueden ocupar más espacio, tampoco sentiremos más holgura.
Entonces ¿qué hacemos?
Necesitamos ambos movimientos y que haya complicidad entre ellos. Necesitamos que centro y envoltorio se muevan y permitan el mutuo movimiento: la posibilidad de cambiar la organización corporal.
Así que para conseguir espacio interno, la vía puede ser esta…
Aportar firmeza en las zonas blandas y flexibilidad en las rígidas
Las zonas blandas necesitan pasar a ser suaves. La firmeza restará inevitablemente blandura, pero no suavidad. Y la suavidad, igual que lo blando, nos permite adaptarnos, acoger, sentir, dialogar. Pero, a diferencia de lo blando, también es capaz de mantenerse en su lugar, de actuar, de influir.
Las zonas duras necesitan pasar a ser firmes. La flexibilidad restará inevitablemente dureza, pero no firmeza. Y la firmeza, igual que lo duro, también nos aporta límites claros, protección, solidez, confianza. Pero, a diferencia de lo duro, nos permite adaptarnos, acoger, sentir, dialogar.
¿Y qué hay de mantener el espacio interno en las relaciones?
El equilibrio, al que llegamos con este juego en lo corporal que nos permite ensanchar nuestro espacio interno, puede verse alterado cuando el otro también entra en escena.
Cada relación, cada situación, nos pedirá una nueva reorganización para seguir sintiendo esa amplitud.
Diríamos que esta sensación de amplitud sucede cuando en ese espacio, en el que conviven mis necesidades y las del otro, existen las condiciones que nos permiten el movimiento.
Cuando cada uno tiene suficiente tono y suficiente flexibilidad para tomar y dar espacio según cada momento requiera.
Cuando entre nosotros y en cada uno existen la suavidad y la firmeza que nos permiten respirar profunda y libremente.
Tere Puig
Soy profe de yoga y me encantó la nota. Saludos
¡Gracias, Patricia! Un placer, Tere