Conversar y compartir espacio de aprendizaje con personas de distintos ámbitos profesionales me resulta especialmente atractivo. El marco ideal para aprender a pensar juntos.
¿A que me refiero cuando digo pensar juntos?
A veces nos juntamos a conversar y unos hacen eco de lo que dicen otros. Estamos pensando al mismo tiempo, y de alguna manera juntos, pero entre todos nosotros circula un único pensamiento.
Otras veces, en el encuentro aparecen dos o tres pensamientos distintos y uno quiere desplazar a los otros. También ahí pensamos simultáneamente, pero no podríamos decir que lo hacemos conjuntamente.
Cuando sucede, el pensar juntos, nuestras miradas se van transformando. No solo toman amplitud, también se vuelven más complejas, más sofisticadas. Varios pensamientos se hacen visibles, empiezan a tejerse y aprenden a buscarse y encontrarse. La curiosidad invade el escenario y se llega a perder la pista y el interés por la pertenencia del pensamiento. Sin darnos cuenta, se genera conocimiento. No se repite, ni se transmite, ni se discute. Se genera. No sucede de manera tan habitual como nos gustaría, necesitamos aprender a pensar juntos si queremos hacerlo.
Una preciosa experiencia
Hace unos años tuve la suerte de asistir a un estupendo taller facilitado por Mónica Florensa Biescas y M. Àngels Ferrer Duch, sobre Terapia Narrativa. Durante dos días compartí espacio, conversación y movimiento con psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, educadores y terapeutas. En la sala, en el camino, en la terraza y en el jardín han convivido nuestras distintas nacionalidades, lugares de residencia, condiciones e historias. Sin ir muy lejos de casa, el intercambio cultural fue realmente rico.
Lo que nos contó Gabrielle
Ella es terapeuta, holandesa que residía en Barcelona, nos contaba su experiencia como madre de dos niños en las escuelas de ambos países. En la cultura holandesa, nos decía en uno de los espacios de reflexión, el individuo es más importante que el grupo; en la española, el grupo tiene más importancia que el individuo. Es una información interesante. De hecho, es mucho más que eso. Este pequeño dato abrió en todos un foco de atención en cuanto a nuestras decisiones.
Cuando es hora de la siesta y uno de los chicos la boicotea, lo que hagamos al respecto dependerá de si damos prioridad a la necesidad del chico o a la del grupo. Igual que cuando decidimos que hacer con el que no para de moverse en clase. O cuando pensamos en cómo abordar los comportamientos del grupo respecto a la opción estética, por ejemplo, de algún compañero.
Lo que hicimos y lo que no
No tratamos de decidir si es mejor una opción que otra. Son indagamos en las consecuencias de estas dos distintas formas de entender la vida y vivirla. Y nos quedó abierta la posibilidad de un paso más, quizá somos capaces de ir más allá de la elección entre grupo e individuo. Seguramente necesitamos algo de tiempo y observación, pero me gusta como opción. La de pensar que somos capaces superar el pensamiento binario.
Compartí la reflexión con mi equipo, la he compartido en cursos y seminarios. Y no puedo evitar compartirlo, por si a otras personas les llega tanto como nos llegó entoces. Me gusta pensar que también van a pensar sobre ello con otros, quizá con nosotras aquí en blog.
Gracias a quienes facilitan y dirigen los encuentros, a quienes los hacen tan ricos, a quienes les gusta aprender a pensar juntos.
Tere Puig
Sí quieres saber más sobre Terapia Narrativa:
Si quieres practicar el pensar juntos con el cuerpo, te esperamos en nuestras sesiones.
Comentarios recientes