movimiento
¿Cómo va apoyarte la naturaleza si no le das oportunidad?
¿Y cómo va a sostenerte la tierra si te aguantas todo el tiempo tirando de tus hombros hacia arriba?
Cuando practico yoga no pienso en lo que tengo que hacer, me centro en descubrir lo que puedo dejar de hacer.
Busco dejar de hacer fuerza cuando no es necesario.
Dejar de inspirar y espirar cuando el aire ya entra y sale del cuerpo sin más.
Dejar de sostenerme cuando la tierra ya me sostiene.
Y escucho ese diálogo entre el suelo y el cuerpo y el aire. Se trata de liberarte de tareas innecesarias para poder usar tu potencial de forma adecuada. De liberar a cada zona de tu cuerpo de las tareas que no le corresponden para que puedan dar cada una lo mejor de sí.
Cuando el intelecto pasa a ser una traba, en lugar de una ayuda, para nuestro movimiento
Dejamos a los músculos exhaustos porque no usamos las vísceras, ni los huesos, ni los líquidos. Hemos aprendido a movernos desde la mente.
Sí, nuestros movimientos son pensados.
Leemos libros para saber cómo colocarnos y movernos para mejorar la función respiratoria o para correr más rápido. Y copiamos esos movimientos y posturas. Como si fuéramos el señor del dibujo. Así, con toda esa ingenuidad.
«Un día la hormiga le preguntó al ciempiés:
– ¿Cómo lo haces para caminar tan elegante con tantas patas?
Y el ciempiés no pudo volver a dar un paso.»
Cuando pensamos los movimientos el neocórtex se activa y el cerebro primitivo queda con menos recursos, y con él todos los reflejos y movimientos espontáneos que gobierna. Es evidente que nuestro intelecto no es capaz de tener en cuenta el uréter, o los músculos interespinosos, o las arterias coronarias, cuando levantamos una pierna. Nuestro sistema nervioso, sí.
Si solo usamos el intelecto para realizar nuestros movimientos, no solo serán mucho menos eficaces porque infrautilizamos nuestros recursos, si no que podemos estar dañando zonas corporales que ni siquiera sabemos que existen.
Atravesar el vértigo
En los cursos y seminarios es habitual que antes de iniciar una experiencia corporal ya se planteen numerosas preguntas y dudas en cuanto a la efectividad o efecto del movimiento. Son cuestiones expuestas en base a las teorías que se conocen, basadas en el punto de vista del intelecto.
Experimentar el cuerpo y el movimiento más allá de lo que nuestro intelecto conoce es muchas veces un reto. Cuando la experiencia sucede y la mente no le encuentra una explicación, puede sentirse vértigo. Sin embargo, ese vértigo, esa desorientación, es lo que está detrás de la motivación por el descubrimiento y el saber.
Cuando dejas a un lado el esfuerzo de imponer al cuerpo lo que el intelecto defiende, la carne, el aire y la tierra empiezan a mostrar su forma de hacer. Entonces, el movimiento surge. Muchas veces con elegancia inesperada, o con una precisión que desconocías, o a un ritmo que te trae sensaciones olvidadas.
Después del asombro, aparece un nuevo conocimiento. Es un conocimiento que integra los puntos de vista del cuerpo, de la mente y del entorno, y que surge solo de esos momentos en que dejas de hacer para que el movimiento te habite.
Tere Puig
Esta es la explicación más acertada que he leído para entender por qué desde que aprendí a nadar me tiraba de espaldas en la piscina dando mortales o entrando de cabeza,…y una vez crecí y analicé el movimiento, le cogí miedo y dejé de hacerlo.
Lo que me falta es la explicación del cómo volver a lograr aquél espontáneo movimiento.
David, muchas gracias por contar esta experiencia tan clara sobre lo que comento en el artículo.
Lo que planteas, el recuperar aquel movimiento espontáneo es como un volver a casa y, de hecho, es lo que me ha llevado a hacer esta web, a ofrecer los cursos, a investigar durante años, practicar, reflexionar. Así que es un reto intentar darte una respuesta en pocas líneas, pero me gusta hacerlo 😉 A riesgo de no hacerlo tan bien como quisiera.
Te diría que hay que iniciar la vuelta desde diferentes puntos y de manera simultánea.
Necesitamos deshacernos de las certezas parciales. Por poner un ejemplo tonto: es cierto que caminamos con los pies, pero no solo. Así que si pensáramos en diseñar una forma de caminar en la que solo los pies fueran los responsables de ello, sería un diseño de movimiento bastante poco eficaz.
Y para deshacernos de estas certezas parciales, necesitamos informaciones que le gusten a nuestro intelecto para podernos adentrar en nuevas experiencias, que serán las que definitivamente modifiquen lo que pensamos de nosotros mismos y de nuestra manera de funcionar. Por ejemplo, si leo un artículo en el que me hablan de un tejido que hasta ahora no se había descubierto y que puede estar relacionado con la capacidad de moverse de forma integrada, es posible que me dé una oportunidad de experimentar de nuevo con mi forma de moverme. De la experiencia surgirán evidencias que no encajarán con las teorías que conocemos, así que necesitaremos de nuevo nutrir al intelecto buscando la información que nos falta. O sosegarlo, explicándole que hay cosas que por el momento son tan inexplicables como innegables.
Con todo este proceso va a cambiarnos profundamente y nos lleva en la dirección de lo esencial, del que saltaba con absoluta confianza y destreza porque estaba en profundo contacto con lo que es y lo que lo envuelve.
Hasta aquí hemos actuado desde cuerpo e intelecto, poniéndolos en diálogo, para generar un nuevo conocimiento, que es experiencial.
Y será probablemente en el momento en que el cambio se haga visible cuando nos daremos cuenta de que hay que actuar también desde el punto de vista cultural. Si mi entorno no puede soportar ese cambio que se está haciendo evidente va a reaccionar a ello, y yo, como parte integrante de este entorno tomaré de nuevo una decisión. La de alejarme de nuevo de mi para mantener el equilibrio colectivo o la de encontrar una solución aun más sofisticada que me permita ser más yo mismo incluso en relación con un ambiente no siempre favorable a ello.
En las propuestas corporales que ofrecemos trabajamos directamente en los ámbitos de cuerpo e intelecto para apoyar esta vuelta a casa. Y quiero pensar que, con la labor de divulgación, en algún modo inspiramos también un cambio cultural que vaya generando espacios en los que cada vez podamos ser más cuerpo, más nosotros.
Gracias, David, por la oportunidad de intentar poner palabras un poco más precisas a esta parte del proceso.
Tere