buenaen el cuerpo distribución de recursos

Hace unas semanas, en esos encuentros de café al sol que nos mantienen saludables, una compañera me planteó una metáfora sobre el dinero que me ayudó a ver algunos aspectos sobre las actitudes y acciones sociales de forma muy gráfica.

Me dijo que habíamos convertido el dinero en la sangre de la sociedad, en lo que necesitábamos para nutrirnos y estar vivos.

Si dejamos que esta imagen tome cuerpo, rápido asociamos sangre a líquido, líquido a circulación.

Observando que ocurre con la circulación de líquidos en el cuerpo, podemos pensar en lo que ocurre con la circulación del dinero, o recursos, en la sociedad.

 

¿Cuándo los líquidos corporales circulan con facilidad?

Una buena circulación se da en un cuerpo cuyos tejidos mantienen la capacidad de cambiar de estado.

Esto significa que los tejidos pueden sostenter diferentes grados tensión y distensión con la misma facilidad. Que tienen libertad para viajar entre uno y otro grado de tensión y que mantienen despierta la inteligencia que les permite saber cuando es el momento adecuado de cambio.

Y, al mismo tiempo, son esos líquidos los que les permiten mantener viva esta capacidad de cambio de estado.

 

¿Cómo influimos sobre la distribución de los líquidos en el cuerpo?

Si a ese cuerpo, que mantiene su equilibrio, le aplicamos una presión en un punto determinado el flujo de líquidos cambiará su trayectoria.

Por ejemplo, un sujetador que aprieta los tejidos alrededor de los pechos dificulta el intercambio de líquidos entre los pechos y el resto del cuerpo.

Lo mismo ocurre si la presión es social o emocional. Una situación que ponga en riesgo la supervivencia puede crear tensión en el diafragma, por ejemplo, y dificultar el flujo de líquidos entre la parte superior del cuerpo y la inferior.

Podemos decir que la presión es una herramienta para dirigir el flujo de líquidos en el cuerpo.

¿Qué ocurre si aplicamos una presión es necesaria?

A veces puede ser necesario para dar respuesta a una situación concreta. Si me corto, aplicar un torniquete frenará el flujo de sangre hacia la herida y evitará que me desangre.

Si esto sucede de forma puntual y durante los momentos en que es necesario, eliminada la presión, el cuerpo recuperará sus capacidades.

¿ Qué ocurre si sostenemos una presión más allá de su tiempo de utilidad?

Si por el contrario, mantenemos la presión en el tiempo el cuerpo empieza a degradarse. Las zonas en las que se ejerce la presión empezarán a secarse, los líquidos no las atraviesan. Y otras zonas se encharcarcarán, los líquidos no pueden salir de ellas. Es como poner una presa en un río.

La degeneración de todo el organismo llega de forma paulatina. Muchas veces inadvertida debido a la poca atención que le prestamos a los procesos corporales. Las zonas secas se deterioran por falta de nutrición y se acelera el envejecimiento, y las encharcadas se deterioran por putrefacción.

 

presion

 

¿Sucede lo mismo en el ámbito social?

Podemos tomar ejemplos cotidianos. La apertura y cierre de fronteras, justificados o no bajo cualquier concepto; las leyes que gobiernan el mercado, justificadas o no por cualquier concepto; los discursos que creamos, justificados o no por cualquier concepto, y que nos hacen más o menos abiertos a establecer vínculos con unos sí y con otros no.

Me parece inevitable hacer el vínculo entre todo ello y cualquier presión sobre el cuerpo: una forma de influir en flujo natural de recursos. ¿El resultado? En nuestras sociedades igual que en nuestros cuerpos: unas zonas se secan y otras se pudren.

Y me parece natural nuestra falta de habilidad en el campo de lo social cuando, ni siquiera, sabemos manejar el asunto en nuestros cuerpos.

¿Y cómo cambiamos socialmente para no morir, de sequedad unos y podridos los otros?

Igual que sucedería en el cuerpo, parece que restablecer el flujo de nuestros recursos pasa por liberarnos de (o)presiones.

Casi nada.

Hablando con mi hija, ella me decía que no podíamos implantar una estructura social basada en el diálogo si como sociedad no sabemos mantenerlo. Que necesitamos una estructura intermedia que nos permita entrenarnos en el dialogar y que de forma natural, y a medida que vayamos aprendiendo a hacerlo, pasaremos a fases posteriores.

Me parece tan sensato. Y lo mismo que ocurre con el diálogo, ocurre con la libertad y la responsabilidad.

Y volvía a llevarme al cuerpo. Efectivamente, es de una tremenda ingenuidad pensar que podemos saltarnos una fase en desarrollo y que podremos sostener la siguiente sin dificultad.

No podemos pasar del hábito de vivir bajo (o)presión a vivir en plena libertad de un momento a otro. Necesitamos realizar un tránsito progresivo y al mismo tiempo absolutamente determinado. 

Y tampoco en esto nos manejamos bien, ni siquiera corporalmente. También ahí tenemos la tendencia querer evitar el proceso. Creo que ninguna especie animal, más que la nuestra, fuerza a sus crías a ponerse en pie cuando aun no están preparadas. 

 

Más que compresión, nos falta entrenamiento (*)

Mi experiencia, que coincide con la de much s, me dice que empiece por lo que tenga a mano. Y en ese lugar en el que no tengo que pedir permiso, donde solo yo me otorgo o me niego la libertad.

Empezaría por lo tangible y concreto. Por restablecer el flujo, la libertad y la responsabilidad en la carne, en la propia.

Luego, de forma natural, y en la medida que vayamos aprendiendo, pasaremos a fases posteriores.

 

Tere Puig

(*) Recomiendo muy mucho el libro de Dennet «De las bacterias a Bach»