el cuerpo

El café más caro del mundo es el café de Kopi Luwak. Su peculiaridad es que se trata de un café predigerido. El Kopi Luwak, o civeta, come los granos de café crudo, digiere la parte carnosa y expulsa la semilla, lo que nosotros conocemos como grano. Sus heces son como un conglomerado de granos de café enteros que se limpian, se pelan, se tuestan y se muelen. Listos para el consumo.

 

Cuál es el valor de este café

Por un lado, el proceso de digestión elimina las sustancias que hacen que el café sea amargo, de modo que obtenemos un café de sabor dulzón. Y, por otro lado, el animal come los granos de café cuando están en su punto justo de madurez. Es así como se consigue siempre la selección del mejor café.

Esto último, el proceso de selección de grano que hace el Kopi Luwak es lo que nos interesa: la calidad del café más caro del mundo depende de una selección hecha solo con el cuerpo. El Kopi Luwak no piensa cuál será el mejor grano, simplemente sabe cuál es el mejor grano.

 

Cómo seleccionamos el grano de café los humanos

Tamaño, color, olor. Seguramente usamos algunas de las variables que también analiza la civeta. Pero, naturalmente, solo algunas. La mente tiene una capacidad para procesar información muy inferior a la que tiene el cuerpo. Nosotros no somos comedores de frutos de café. Nuestra selección nunca será tan instintiva, tan libre de intervenciones del neocórtex, tan vinculada al placer, ni tan acertada como la que hace el animal. Él, decidiendo con el cuerpo es capaz de manejar muchos más parámetros que nosotros decidiendo solo con la mente.

 

Qué nos pasa cuándo solo decidimos con la mente

Probablemente todos habremos comido algo alguna vez convencidos de que nos sentaría estupendamente. Y más tarde hemos comprobado que estábamos absolutamente equivocados.

Si en nuestras elecciones frente a una comida nos fijáramos en cómo reacciona el cuerpo nos sería más fácil saber si ese alimento, en ese momento, nos hace bien o no. Por ejemplo, las sensaciones en el estómago al olerlo, la salivación, o nuestra respiración pueden darnos muchos indicativos. Y manejando más datos nuestras decisiones son más acertadas. Pero, al contrario, solemos escoger lo que comemos solo en base a nuestra experiencia pasada «siempre me ha sentado bien», o en base a teorías que nos convencen «la leche tiene mucho calcio y el calcio es bueno para los huesos». De este modo, es muy fácil dejar de tener en cuenta los factores concretos sobre el estado de nuestro cuerpo, o del alimento, que pueden hacer que nos siente mal.

Lo mismo que aplicamos a una comida lo podemos aplicar a un espacio, a unos zapatos, a una relación, a una actividad física o a un negocio, por ejemplo.

 

Qué pasaría si solo decidiéramos con el cuerpo

Las variables que el cuerpo no maneja son las relativas a nuestra voluntad y a las estructuras ajenas creadas por nuestro intelecto.

Por ejemplo, si solo me dejo guiar por lo que me pide el cuerpo quizá no presentaría a tiempo la declaración trimestral de impuestos. Mi sensación de fatiga me indica que lo mejor para mi sería tomarme un día de descanso. Pero mi intelecto, que es el que está al corriente de los calendarios fiscales, me dice que si hoy no paso por alto mi cansancio mañana sufriré de angustia porque el plazo habrá terminado. Tengo que elegir entre el cansancio de hoy o la angustia de mañana. En base a mi experiencia con esas dos sensaciones, el cuerpo me dirá si estoy más preparada para afrontar una o la otra. Pero ha sido el intelecto el que me ha hecho fijarme en la posibilidad de sufrir angustia.

 

 

Vemos que en todo el proceso el cuerpo es crucial, pero incluso más importante es la interacción constante entre el proceso corporal y el intelectual.

Como en nuestra sociedad el cuerpo es el gran olvidado, es habitual que antes de disfrutar de esta interacción necesitemos volver a darle voz al cuerpo. Solo es importante que en este proceso no caigamos en el extremo opuesto: en acallar completamente el intelecto. Hoy en día ya no es tiempo de buscar un jefe que nos guste más, de quitarle el poder a la mente para entregárselo al cuerpo. Hoy en día estamos necesitando una revolución en las relaciones que cambiará nuestra forma de tomar decisiones.

Necesitamos que la cooperación sustituya al ejercicio de poder. Y solo podremos conseguirlo si nuestro organismo funciona de la misma forma.

 

Tere Puig