manipulación

En estos días recordaba a dos profesores del instituto. El de Lengua y Literatura y el de Filosofía. No consigo acordarme cuál de los dos nos propuso el ejercicio del que quiero hablar. Podía haber sido cualquiera de ellos, ambos compartían la misma pasión por enseñarnos a pensar.

Uno de ellos nos enseñó a detectar los agujeros negros en los discursos y textos. Esas filigranas en la estructura del mensaje que permiten saltar de una afirmación a otra con aparente coherencia, pero sin que exista en absoluto. Nos repartía textos para que averiguáramos en qué puntos había que hacer un acto de fe para seguir dando por válido todo lo que se decía a continuación. Teníamos que encontrar en qué puntos se daban por sentadas verdades que no tenían por qué serlo.

Estoy casi segura que este tema no entraba en el programa, o no en la forma que nos fue transmitido. Hasta donde yo sé, este ejercicio no suele realizarse en las escuelas.

Sin darme cuenta incorporé este ejercicio a mi día a día. ¡Me divertía! Sentía algo como una victoria cada vez que encontraba una trampa en un discurso. Y algo como una vergüenza si el discurso era mío. Lo he hecho durante todos estos años y lo sigo haciendo.

 

Hace un par o tres de años tuve que vérmelas de cerca con un manipulador profesional

Una de esas personas que ponen, metódica y sistemáticamente, estas trampas en sus discursos para manejar la voluntad ajena; para su propio beneficio, naturalmente. Mi sensación al descubrir estos agujeros negros en sus discursos ya no era algo como una victoria. Era una sensación de alivio, algo como una salvación.

Sí. Me di cuenta que esa actitud detectivesca que tanto me había divertido durante años, en realidad, me había salvado durante años. Pensé que mis profesores de instituto no solo querían que aprendiéramos a pensar; querían salvarse, querían que nos salváramos. No consigo recordar sus nombres. Pero recuerdo sus rasgos, sus gestos, sus timbres y, sobretodo, su presencia, su forma de estar y lo que han dejado en mi.

Esas clases fueron una vacuna contra la manipulación

También había algo que me entristecía y me hacía hervir la sangre, mi falta de capacidad y recursos para enseñar este arte a quiénes veía caer en las trampas. Me encantaría describir esta metodología en un artículo, pero no sé hacerlo. Es algo que me enseñaron, integré y automaticé, justo ahora me doy cuenta de ello. Pero estoy convencida que entre las personas que puedan leer esto habrá quién sepa hacerlo.

Espero no pecar de ingenuidad al escribir pensando que cabe dentro de lo posible y lo probable que algún profesor de instituto -que comparta con ellos esta pasión por el pensamiento crítico, la autonomía y la libertad- lea estas líneas. Y ojalá estas líneas sean suficientes para animarle un día más a seguir adelante con su labor, a potenciarla y contagiar a algunos de sus colegas.

Todos somos testigos de las atrocidades a las que el ser humano se entrega cuando es víctima de la manipulación.

Agradezco de una forma inmensa, desde ya, a quién sea que dedique un par de clases o tres a enseñar a sus alumnos a detectar trampas en los discursos. Es posible y probable que los salven y que nos salven.

 

Y quiero también hablaros de otra de las herramientas que a mi me ayudan a detectar la manipulación: el cuerpo

Cuando en una actividad corporal el centro es cultivar la percepción lo que sucede, ni más ni menos, es que poco a poco vamos deplegando nuestras antenas.

Esas personas a las que admiras por su intuición, son personas que tienen una alta capacidad perceptiva. Esto quiere decir que son personas que para comprender lo que sucede y tomar decisiones usan una mayor cantidad de información que la media.

¿Y cómo lo hacen?

Dándose el permiso para utilizar información que su mente consciente no ha detectado, pero que otras zonas de su sistema nervioso sí.

¿Y es solo una cuestión de darse permiso? No, no solo. Necesitamos verificar que esta forma de comprender y decidir es válida y no nos pone en riesgo. De lo contrario, nuestra mente consciente cerrará el camino a estas informaciones que no es capaz de captar o manejar. Esta verificación es lo que hacemos de manera sistemática en las prácticas corporales centradas en la percepción.

 

¿Por qué la percepción te protege de la manipulación?

Aunque estés frente a un hábil orador que sea capaz de engañarte con sus discursos, tu hábito de recoger información más allá de lo la mente consciente puede gestionar te dará una imagen de lo que está sucediendo más allá de lo que escuchas y ves. Con esta información extra, será fácil que el discurso chirríe aunque no sepas detectar exactamente porqué. ¡Salvado! 

Ser capaz de dar validez a eso inexplicable que no te encaja es el primer paso para tomarte el tiempo que necesites antes de dejarte llevar. Y será quizá tu vientre quien te avise, o tus pulmones, o cualquier otra parte de tu cuerpo que maneje con facilidad lo que tu mente no puede comprender ni gestionar.

 

Tere Puig