A Mercè le duelen los huesos. Tiene artrosis y 87 años. Hace frío.

 

Historias en las manos

 

Ella hace ejercicios y escribe todos los días para mantener en forma su mano derecha, me cuenta. La izquierda está más ágil y duele menos. Pero la otra está más dolorida, le cuesta más moverla.

«Seguramente es por la clavícula, me la rompí de este lado, seguro que me afecta a todo el brazo».

Empiezo a masajear y movilizar mientras Mercè me cuenta lo que nota, lo que le gusta y lo que le molesta. Andamos en busca del placer y la suavidad, propiciando que la mano hable.

Le pregunto si se había roto la muñeca en algún momento, los puntos de dolor y el movimiento lo sugieren.

– «No lo sé. No me acuerdo. Pero podría ser ¡me he roto tantas cosas!»

 

Vamos camino de los huesos

 

Continuamos en silencio. Explorando tejidos, notando la movilidad de las articulaciones y la solidez de los huesos. Notar la solidez interna es una de las sensaciones que más alivio suele proporcionar.

– «Sí, me la rompí. No me la escayolaron, no. Me acuerdo de llevar aquello que te ponen para inmovilizarla».

Sigue entregándome la mano en silencio. Se abren algunos movimientos, otros quieren seguir contenidos. Estamos disfrutando, ella y yo.

– «Me acuerdo».

Y sonríe antes de continuar.

– «Me caí en una frutería. Sí, ya vivía aquí».

Me emociona ver emerger el recuerdo. Y sigo en la mano, no quiero interrumpir.

– «Los huesos tienen memoria ¿no?»

Sin pensarlo le digo que sí, que  todo guarda memoria.

Gracias, Mercè, por la sensibilidad, la lucidez y la confianza.

 

Tere Puig

Foto de Kealan Burke en Unsplash