En este texto hablo de comunicación dentro de un mismo organismo y de comunicación entre distintos organismos. Pero para empezar diré que el título del artículo necesita una aclaración: no creo que lo que ocurre fuera es un reflejo de lo que nos ocurre dentro, más bien diría que «ambos mundos» están simplemente en una inevitable y continua relación. Por tanto, lo que ocurre en cada uno está vinculado con lo que ocurre en el otro. Pero esto dista mucho del concepto de espejo que a veces se usa.

Al decir que lo que ocurre dentro también ocurre fuera me refiero a que ambos espacios comparten dinámicas de funcionamiento, y no a la copia o al reflejo entre ellos.

 

¿Qué ocurre con las dinámicas de comunicación dentro y fuera de nosotros?

Practicando yoga, o cualquier otra técnica corporal que invite a la atención sobre el movimiento que se realiza, uno se da cuenta con facilidad que el movimiento se  transmite a lo largo del cuerpo de forma natural. Cuando mueves tus pies puedes sentir como a veces el movimiento llega hasta las rodillas, otras veces hasta las ingles, incluso puedes sentir como se propaga hasta la cabeza. Igual que moviendo la cabeza puedes percibir el movimiento deslizándose hacia abajo.

Pero ¿por qué a veces el movimiento llega hasta el otro extremo del cuerpo y a veces queda detenido a mitad de camino?

Siempre que haya una zona con una contracción o laxitud excesiva o que no la tengamos reconocida como parte de nosotros, dejará de actuar como elemento transmisor. Por ello es muy habitual que el movimiento deje de propagarse en algún punto.

Si estamos de acuerdo en que las relaciones dentro del cuerpo físico y las relaciones fuera de él comparten dinámicas de funcionamiento, esta experiencia física nos ayuda a comprender lo que ocurre en la transmisión de movimiento dentro de la familia o cualquier grupo humano. (Si no estamos de acuerdo, mi sugerencia es hacer ver que lo estamos aunque sea unos minutos. Solo lo justo que nos permita hacer una reflexión sobre la comunicación desde una lógica corporal, incluso si después la desechamos).

 

La transmisión de movimiento dentro de un grupo humano

Igual que en el cuerpo, el movimiento de uno de los miembros de un grupo humano se transmite de forma natural hacia los demás miembros del grupo. Pero si alguno de los miembros está excesivamente contraído – bajo presión, con miedo, en estado de estrés,… -, o laxo -con sensación de desatención o falto de motivación- o simplemente no es reconocido dentro del grupo, es muy probable que al llegar el movimiento a él la transmisión quede interrumpida.

A la transmisión de movimiento dentro de un grupo humano le llamamos comunicación. Esas interrupciones en la trasmisión son situaciones que todos podemos reconcer. Por ejemplo, un padre expresa un sentimiento que nunca llega a ser percibido por el hijo, o un hijo inicia un cambio de actitud y el padre sigue pensando que todo sigue igual, o …

 

Restablecer la comunicación en el cuerpo y en las relaciones

Si en el ámbito corporal tenemos la experiencia de sentir la interrupción en la transmisión del movimiento, sabemos que no por mucho que aumentemos la intensidad o la amplitud del mismo éste se transmitirá mejor. Al contrario, la experiencia nos dice que para disolverla será preciso atender con mayor conciencia la zona en la que se produce la interrupción y tomarnos tiempo para:

  • Comprender qué está ocurriendo: si se trata de un exceso o una falta de tono, si esa zona estaba o no en nuestro mapa mental, cuáles son las diferentes zonas corporales vinculadas a la situación, que posibilidades de reajuste son viables,…
  • Adoptar las posiciones o desplegar los gestos necesarios para permitir que esa zona se autorregule o se integre en la imagen global que tenemos del propio cuerpo.
  • Estar tranquilos con el tiempo que la autorregulación o la integración de la zona requiera.

Si seguimos con el paralelismo entre cuerpo y grupo humano, podemos pensar que al detectar en el grupo la zona en la que se produce la interrupción en la comunicación no va a servir de mucho hablar más alto (aumentar la intensidad del movimiento) o repetir lo mismo muchas veces (dar mayor amplitud al movimiento), por ejemplo.

Al contrario, lo  que nos ayudará a restablecer la comunicación será prestar una mayor atención a la zona en que la se interrumpe.

Darle espacio, tiempo y posibilidades de autorregulación a «esa zona» hipercontraida o hiperlaxa favorecerá que pueda encontrar el estado adecuado, el tono justo, para recibir y transmitir la información que le llega. Igual que darnos tiempo y espacio para reconocer esa zona y lo que necesita.

Solo así se disolverá la interrupción de la comunicación y esa zona del tejido de la relación volverá a integrarse en el funcionamiento del grupo sin desgastarse ni desgastar al grupo.

 

Cultivar la habilidad de restablecer la comunicación

Cuando sentimos que fracasamos en nuestros intentos de mantener los vínculos y la comunicación con otros, cultivar esta habilidad en el terreno de lo corporal suele ser una excelente estrategia.

Las personas que llevan tiempo practicando Yoga Orgánico suelen comentar que viven sus relaciones de una forma más tranquila, con menos drama. Y no es una práctica en la que tratemos de manera directa las relaciones. Lo que sí sucede es que es una práctica que tiene presente que el trabajo corporal influye en ellas.

Como decía al principio, dentro y fuera comparten dinámicas de funcionamiento. Y probablemente nos parecerá menos arriesgado entrenar nuestra capacidad de vinculo si hablamos de poner en realción nuestro pie con nuestro tórax que si ponemos en juego la relaciones con nuestra gente querida.

 

Tere Puig

* Foto de Hannah Busing en Unsplash